“Sara me cogió con los dos dedos y me colocó allí, entre sus piernas, las tenía abiertas, pero sólo un poquito. Y me vi ante un bosque de pelos. Me puse rígido, presintiendo lo que se aproximaba. Quedé embutido en oscuridad y hedor. Oí gemir a Sara. Luego Sara empezó a moverme despacio, muy despacio, hacia delante y hacia atrás. Cómo dije, la peste era insoportable, y apenas podía respirar, pero en realidad había aire allí dentro…había varias bolsitas y capas de oxígeno. De vez en cuando, la parte superior de mi cabeza, pegaba en El Hombre de la Barca y entonces Sara lanzaba un gemido superiluminado. Y empezó a moverse más deprisa, más deprisa, cada vez más y empezó a arderme la piel, y me resultaba más difícil respirar, el hedor aumentaba. Oía sus jadeos. Pensé que cuanto antes acabara la cosa menos sufriría.”
Fragmento del relato Quince centímetros (Charles Bukowski)