19 de agosto de 2010

Verano de Western (4)

Sigo pensando que Grupo Salvaje (1969) contiene la frase más vacilona para empezar un film, y de paso remarcar el crédito del director: si alguien se mueve, mátalo!. Nunca he llegado a localizar las tumbas de Infierno de cobardes (1972) en las que hay escritos los nombres de Leone y Siegel, pero seguiremos buscando. La última vez que vi El jinete pálido (1985), reparé en que uno de los jóvenes villanos que atormentan al poblado había muerto recientemente. Su nombre era Chris Penn. Hace siglos que no veo Johnny Guitar (1954) pero las constantes alusiones de Carlos Boyero a sus míticas frases me recuerdan que debo repescarla en breve. Me encanta el uso de la música en el brutal tiroteo que provoca el Paul Newman de El juez de la horca (1972). Y me gustaría ver de una vez Los que no perdonan (1960) aunque el propio Huston se cague en Lancaster y en el propio film. Estamos en ello. Rubén Lardín me comenta que quizá sus western favoritos sean Pat Garrett y Billy The Kid (1973) y Duelo en Alta Sierra (1962). También me recomienda El Patrullero (1991) de Alex Cox y no dudo en que la veré en cuanto esté a tiro. Por cierto, quizá algún día veamos Tercio de Muerte, un western-con-toros filmado por Koldo Serra, escrito por Lardín y Joan Ripollés. Puede estar muy bien, reservo la entrada. Sigamos. Me agoto un poco al revisar Río Bravo (1959), film referencial para tantos y sobretodo para Carpenter en su estupendo asalto a la comisaría y sus fantasmas de marte. Así que me sigo quedando con la poderosa Angie Dickinson pero sin convencerme demasiado que se quiera tirar continuamente a John Wayne. Está claro que lo corneará con Ricky Nelson a la que el viejo vaquero se descuide. Resulta extraño comprobar que, aun sabiendo de sobras lo que ocurrirá, siga emocionado ante la escena final de Sin perdón (1992). Me encanta la estructura de Winchester 73 (1950) y aplaudo que en esa época no hubiera necesidad de epílogo: Mato al malo, recupero lo mío y fin y ya está, y no me expliques lo mucho que has aprendido de la vida sentado en un banco del parque. Esto se está alargando más de lo previsto y hablando de tiempo, siempre que hablan sobre “narración en tiempo real” sale a relucir la pionera Solo ante el peligro (1952), ese gran Zinnemann que nos recuerda una frase que iniciaba Sangre Fácil (1984): Nadie ayuda a nadie. Pero mejor que no acabemos esto así y recordemos al amigo Fuller y su definición del cine en esa burrada llama Pierrot el loco (1965): “Una película es como un campo de batalla. Hay AMOR, ODIO, ACCIÓN. En una palabra, EMOCIÓN”. Seguiremos emocionándonos. O al menos lo intentaremos.