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Aunque he tenido algunos encuentros bastante satisfactorios, guardo en el cajón las indiscutibles de
Ford y
Hawks hasta que se me caiga el respeto y el miedo a verlas. Llegaran poco a poco y cuando tengan que llegar. De momento me divierto y me conformo con
Sergio Leone, Sam Peckinpah y cualquier cosa que protagonice
Eastwood. Me conformo con
Leone ensayando en
Por un puñado de dólares (1964), perfeccionando en
La muerte tenía un precio (1965), consolidando la cosa en
El bueno, el feo y el malo (1966) y llegando a la cima con
Hasta que llegó su hora (1968). Aunque también hay un poco más. La tarde que hice la comunión emitían
La conquista del Oeste (1962) por la tele, pero visto lo visto hubiera preferido aburrirme 4 horas con Ford y sus amigos. Después de seguir a los azucarados Butch y a Sundance durante todo el viaje, la imagen final de
Dos hombres y un destino (1969) me sigue conmoviendo hasta el punto de llegar a ver su chunga-precuela con el gran héroe americano con revolver. Le quitaría minutos al Wyatt Earp (Lancaster) de
Duelo de Titanes (1957) a cambio de que se los regalaran a Doc Holliday (Kirk Douglas). Todo lo contrario que en el estupendo y amplio
Wyatt Earp (1994) de
Kasdan y
Costner en el que un
Dennis Quaid como Holliday se me hace cansino. Y hablando de
Kasdan, bonita tarde la de
Silverado (1985) con ese mini grupo salvaje, salvaje pero menos. Lo de
Lee Van Cleef agarrando una bala con la boca en
Gran duelo al amanecer (1972) me recuerda a
Terence Hill en aquel
Superpoderoso del amigo
Corbucci. Y creo que quizá podrían montar una película con tan sólo las apariciones de
Van Cleef en el western y me seguiría fascinando ese señor de bigote con cara de eterno villano. Y volviendo a
Corbucci, no puedo olvidar
El gran silencio (1968) que compartieron el callado
Trintignant y el siempre estupendo
Kinski. Y que final más a la contra.