
He visto a
Isabelle Adjani gritar como una histérica en el comedor. También ha gritado en el dormitorio, en el lavabo, por las escaleras, por la calle y por cualquier rincón que haya filmado
Andrzej Zulawski. Aunque decididamente se le ha ido la cabeza en los pasillos del metro. No tengo palabras para describir lo que ha hecho allí así que mejor que le demos un premio en Cannes por si se cabrea. Su marido tampoco se ha quedado corto. He visto a
Sam Neill arrasar las mesas de una cafetería, gritar como un condenado por toda la casa y bajar las escaleras en pleno trastorno y en plano secuencia. El matrimonio se ha mutilado individualmente con un cuchillo eléctrico y después han seguido gritándose para no ahorrar silencios. La
Adjani se ha montado un piso de soltera y de poseída pero prefiero no destripar (...) lo que ocurre allí. Más que nada porque tampoco lo he llegado a entender. Si es que hay algo que entender. Estoy en ello. Lo que no hace falta entender es la alucinógena puesta en escena de
Zulawski. El operador de cámara necesitó varias semanas de balneario en los que seguramente sumergió el teléfono del director de esta posesión. Se me olvidaba, he visto
La Posesión (1981) tras leer un artículo de
Pedro Calleja en el que la emparentaba con el
Anticristo (2009) de
Lars Von Trier. Estoy preparado. No me lo creo ni yo.