Aterriza Ferris Bueller. Todo el mundo en pie porque esta es la obra maestra de Hughes. Y sin que sirva de precedente es título español lo clava: Todo en un día (1986). Es eslogan del film lo resume todo: Ferris consiguió un Ferrari y vivió. John Hughes hizo lo mismo. Dejó de ser un adolescente patoso y creó al adolescente que siempre quiso ser. Un chaval capaz de fingir una gripe, conseguir el coche del padre de un amigo, engañar al director del instituto y sacar a su novia, correr por la autopista, comer en el mejor restaurante, bailar el Twist ans Shout en un carnaval, y luego volver a encajar todas las piezas para regresar a la cama donde simulaba su enfermedad. Con este film, Hughes consiguió enterrar sus demonios pero no olvidó quien era y que había sido. Y así apareció Cameron, el mejor amigo de Ferris, ese triste adolescente con cara de Alan Ruck que nunca sale, que nunca liga y que nunca besa. Un joven atormentado por su padre, un padre al que nunca vemos pero que visualizamos a cada palabra de Cameron. Si hay que jugar a destacar una escena en la filmografía de John Hughes, elijo la conversación de Ferris y Cameron en el garaje del Ferrari: El ronroneo de un motor y el desahogo de un adolescente. La mirada de un Ferris compadeciéndose de su amigo. Y tras un inesperado retroceso llega un desenlace familiar que intuimos terrible pero purificador. Para compensar la amargura de ese momento, Hughes filma la divertidísima carrera de un Ferris esquivando todo tipo de obstáculos para llegar a su meta. Un film redondo que influiría en el posterior parto de Parker Lewis Can’t Lose (1990), la excelente serie de tv que convertiría a Corin Nemec como el mejor y más digno sucesor de Ferris Bueller.