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La panda del
Dogma’95 puede despertar bastante rabia, impotencia y desprecio. Y me encantaría cagarme en sus muertos y soltar que su manifiesto es una gilipollez y un esnobismo. Lo sea o no, debo reconocer que sus dos primeros dogmas,
Celebración (1998) y
Los Idiotas (1998) me atrapan como a un gilipollas y entro en ambos films sin poderme defender.
Renuncio pues, a juzgar previamente cualquier obra, por mucha irritación que pueda provocarme su colectivo. Y llego al tercer dogma. Y (afortunadamente) más de lo mismo. Me gustaría soltar algo innovador y profundo sobre el film de
Søren Kragh-Jacobsen, ahí va: me ha encantado
Mifune (1999). Malditos daneses.