15 de julio de 2009

David Carradine y la serpiente voladora (Q para los amigos)


Es un placer recuperar a Carradine en su hábitat natural, una serie B con bicho volador, pánico en las calles y algo de gore. Me hubiera encantado ver La serpiente voladora (1982) de niño, un sábado por la tarde, merendando nocilla, en una doble sesión con Furia de Titanes (1981) o cualquier aventura mitológica con criaturas de Harryhausen. Aunque este visionado, ya un poco alejado de la infancia, me ha proporcionado una sensación que creía perdida. No está mal para empezar. Seguiremos con Larry Cohen a ver que ocurre. Voy a comprar nocilla.