Me voy a tener que comprar un sombrero, para después quitármelo. Y así una y otra vez. Desde Aguirre, la cólera de Dios (1972), cada cierto tiempo me tomo una ración de Herzog y Kinski. El menú Fitzcarraldo me ha apabullado como pocos. Vomito esta breve entrada a la espera del próximo encuentro.