30 de marzo de 2009

La madre de mi mejor amigo

Las máquinas dan por culo todo el día y me han jodido con el láser varias veces. Sin embargo, a mi colega John le ha servido. Llevaba el nombre de su ex tatuado en el brazo. El otro día se levantó temprano con la intención de borrárselo. Logró esquivar a unos cuantos T-800, pero las máquinas van mal folladas y han hecho explotar la clínica. John estaba desesperado porque una guerra con la ex en el brazo resulta insoportable. Yo le enseñé mi herida y le conté lo del láser. John me miró con esperanza y antes de que le pudiera decirle que era una broma, cogió su fúsil y salió al exterior. Maldito John. El fúsil dispara dos veces y la máquina lo detecta. John le hace gestos con la mano, a decir verdad le hace gestos obscenos. La máquina se cabrea y empieza a disparar. John se arremanga la chaqueta y muestra el tatuaje. La maquina no falla pero John calcula mal. El brazo cae al suelo y el resto de John cae por la alcantarilla. Antes de morir, John saca algo de los pantalones. Es una polaroid. Hay una mujer y un perro. Bonito perro. John me cuenta quien es la mujer y muere. Me guardo la foto y entierro el cadáver. Por la noche ocurre. Me he prometido no hacerlo pero la guerra es dura. No sólo la guerra está dura. Nadie me ve. Piden ayuda a gritos pero seguro que aparecerá alguien para salvarles. La madre de John mira preocupada. El perro parece ver un pájaro. O quizá va drogado. Bonito perro. Bajo la cremallera esperando que nadie me vea. Solo será por una vez. Quizá dos o tres. Cuatro a lo máximo. Tampoco me voy a obsesionar. Es sólo una fantasía.