14 de octubre de 2008

Ser un pesado (o aguantar al de turno)

“Hay miles de hombres como Max vagando por la calles, pero Max era la personificación de todos ellos. Él era el Desempleo, él era el Hambre, él era la Miseria, él era la Calamidad, él era la Desesperación, él era la Derrota, él era la Humillación. A los otros podía quitármelos de encima tirándoles una moneda. ¡Pero a Max, no!. Max era algo tan cercano a mí que era absolutamente imposible quitármelo de encima (…). Todo lo que decía era verdad, horriblemente verdad. A veces me parecía que la única forma de dar a conocer esta verdad sería tumbar a Max de espaldas en la acera y dejarle allí recitando pomposamente sus verdades. ¿Y que ocurriría si lo hiciese?. Nada, nada. La gente tiene la costumbre de dar simpáticos rodeos, de taparse los oídos. La gente no quiere oír estas verdades (…). Había sobrepasado tanto el sufrimiento, que se había convertido en el propio sufrimiento. Era aterrador escucharle, porqué él, Max, había desaparecido, había sido tragado por su propio sufrimiento.”

Max y los fagocitos blancos (Henry Miller, 1959).