Al margen de seguir pareciéndome un film cojonudo, Haz lo que debas (1989) deja en evidencia un hecho:
Radio Raheem, uno de los personajes del film, ha creado escuela. Y no es una buena noticia. En la peli de Spike Lee, este señor se presenta como un entrañable tipo que lleva consigo un enorme radiocasete a todo volumen. El “Fight the power” de los Public Enemy suena continuamente por la calles de Brooklyn y hace perder los nervios a más de uno. Lo que en la ficción tiene gracia deja de tenerlo en la realidad cuando unos chavales deciden compartir su música dentro de un transporte público. La idea de utilizar auriculares no entra en sus planes y su ritmillo acelerado suena por todo el vagón. Mi experiencia en tales situaciones me ha dado 2 conclusiones: a) El Radio Raheem de tren no repara en la molestia que crea a los demás usuarios. Al contrario, se considera un animador público al que deberíamos aplaudir. Una mirada asesina o una petición de silencio suele funcionar, aunque alguno de ellos me haya preguntado un “¿Por qué?” con total incredulidad. b) Dado la enorme multiplicación de estos Radio Raheems, uno opta por cambiar de vagón y no buscar problemas. La idea de lanzar a las vías a dichos personajes ha pasado por mi cabeza en varias ocasiones y no es plan. Se recomienda la petición de silencio como primer opción. El cambio de vagón como segunda y finalmente el lanzamiento del sujeto Radio Raheem a las vías como tercera y última elección. Pero no culpo a quien vaya directamente a la tercera.
Radio Raheem, uno de los personajes del film, ha creado escuela. Y no es una buena noticia. En la peli de Spike Lee, este señor se presenta como un entrañable tipo que lleva consigo un enorme radiocasete a todo volumen. El “Fight the power” de los Public Enemy suena continuamente por la calles de Brooklyn y hace perder los nervios a más de uno. Lo que en la ficción tiene gracia deja de tenerlo en la realidad cuando unos chavales deciden compartir su música dentro de un transporte público. La idea de utilizar auriculares no entra en sus planes y su ritmillo acelerado suena por todo el vagón. Mi experiencia en tales situaciones me ha dado 2 conclusiones: a) El Radio Raheem de tren no repara en la molestia que crea a los demás usuarios. Al contrario, se considera un animador público al que deberíamos aplaudir. Una mirada asesina o una petición de silencio suele funcionar, aunque alguno de ellos me haya preguntado un “¿Por qué?” con total incredulidad. b) Dado la enorme multiplicación de estos Radio Raheems, uno opta por cambiar de vagón y no buscar problemas. La idea de lanzar a las vías a dichos personajes ha pasado por mi cabeza en varias ocasiones y no es plan. Se recomienda la petición de silencio como primer opción. El cambio de vagón como segunda y finalmente el lanzamiento del sujeto Radio Raheem a las vías como tercera y última elección. Pero no culpo a quien vaya directamente a la tercera.