Fragmento de El hombre más afortunado del mundo (1969), incluido en el recopilatorio El placer de la mirada (François Truffaut).
“La envidia profesional me parece detestable. Para no ser odiosa, la envidia debería llegar al extremo del homicidio. Si son ustedes unos cineastas amargados y el éxito de Mike Nichols (El Graduado), su talento, su juventud y su fortuna les molestan, entonces deberían coger un fusil y matarle, eliminarlo físicamente. Si no tienen el valor de hacerlo, su envidia es lamentable, sórdida, los convierte en unos miserables y sólo tienen una solución: aceptar la existencia de Mike Nichols, su colega.”