25 de agosto de 2011

Y una cosa lleva a la otra

No recuerdo los detalles pero me veo rodeado de misiones imposibles. Me reconcilio parcialmente con la segunda entrega y deduzco que el guionista se estaba divorciando. La misoginia que desprende el argumento y algunos personajes me hacen soltar alguna carcajada y esconderme avergonzado. Y una cosa lleva a la otra y no sé que hago pasándome por la tercera. La culpa la tiene D que me ha introducido en el mundo de la piratería y la delincuencia. No robarías el bolso de una anciana ciega-insiste el anuncio. Seguimos pecando. Y la cosa sigue bien pero no me acaba de entusiasmar. El villano es demasiado villano y el rollo familiar es demasiado familiar, aunque reconozco el poderío de Abrams en el ataque del puente. Hablando del nuevo gurú, me hace mucha gracia (y pena) comprobar como el reciente estreno de este director provoca que cinéfilos treintañeros se rasguen las vestiduras y se conviertan en abuelos cebolletas. ¿Qué haces tú hablando de my generation?-escupen los nuevos viejos. Los de quince estarán disfrutando de lo lindo. Y dentro de diez, algunos de ellos despotricarán de los que no vivieron su estreno en pantalla. Y la historia se repite. Y una cosa lleva a la otra. Me tienta volver a la primera pero no me hace falta comprobar que, a pesar del confuso argumento y de una pareja sin feeling, De Palma era un maestro que sabía filmar acción y emoción como pocos. Y dentro de poco la trilogía dejará de serlo. Y tendremos que mencionar-comprar-o-robar algo que pasará a llamarse quadrilogía. Que palabra más fea. Tres es equilibrio. Cuatro es aquel amigo que has invitado por compromiso. Y pienso en la teniente Ripley pero la cosa me lleva a John McClane.