1 de febrero de 2010

Algo sobre las duraciones (o mis 4 de 180 minutos)

Mi padre siempre ha dicho que la duración ideal de una película debería ser de 2 horas. Y al final le tengo que dar la razón. Una vez más. Dos horas en el cine, o en DVD, se pueden aguantar. Si la cosa funciona, como diría el genio judío. Últimamente las de 150 minutos me acaban irritando y salvo algunos Goodfellas, esos 30 minutos añadidos a los 120 se acaban notando.

Cuando llegamos a las tres horas de duración uno ya cierra la puerta por puro prejuicio y por miedo a esas tres cifras: el 180 impone. Una cifra que en tiempos de VHS significaba que no te cabría en una cinta. A no ser que estuvieras pendiente de ir cortando milimétricamente los anuncios. Conclusión: terminabas usando una cinta de 240, que era como aquel hermano mayor que usabas para causas excepcionales, véase Érase una vez en América (1984), la única película que se acerca a los 4 horas de las que no sobra ni un minuto. Está claro que ese último Leone me puede y no hay más.

Pero bajemos un nivel y volvamos al titular: películas de 3 horas. Para abreviar, que esto se está alargando y queda poca cinta, de forma irracional, movido por pura pasión, y excluyendo a Magnolia (1999) porque no puede ser, ahí van las cuatro de tres: De una espectacular fuga, a una crónica mafiosa-familar, pasando por un puzzle urbano, para terminar con ese cóctel de juego y mafia que rodó el tío Marty.