En la foto: Harmony Korine y Werner Herzog |
“Era demasiado joven y no supe cómo reaccionar. Dejé de sentir amor por el cine, pensé que no iba a volver a rodar películas. Prácticamente me convertí en un fantasma. Pasé años autodestructivos en Nueva York, Londres y París. Tomé tantas drogas que hasta se me cayeron varios dientes. Se quemó mi casa y, seis meses después, mi nueva casa también se quemó. Lo perdí casi todo y me convertí en un vagabundo: fui socorrista en una piscina para ancianos judíos, corté céspedes, pasé medio año en Panamá con unos pescadores, buscando un pez muy raro. Todo pasó. Ahora soy un marido feliz y padre de una niña preciosa. Creo que para ser un director de cine necesitas pasear por el abismo, cometer algún que otro crimen y pasar un tiempo en la cárcel, porque solo así tendrás buenas historias que contar. Creo que un comportamiento conscientemente malsano debería ser una parte necesaria de nuestras vidas. Yo pasé ocho años sin hacer cine, pero es la época más importante de mi vida, porque durante ella conocí el horror.”
Entrevista completa en El Periódico de Catalunya.