24 de noviembre de 2009

Mi reencuentro con John McNaughton

La primera cita es la más importante. Sin duda marcará el futuro de la relación. Así que una noche me reuní con su célebre Henry Lucas a fin de comprobar todo aquello que le envolvía. A día de hoy sigo recordando: 1) Como narrar un asesinato con un solo plano y un brutal efecto de sonido y 2) Lo inquietante que puede resultar una maleta tirada en un arcén.

Tras ese primer contacto nos citamos otra noche. Ahora la propuesta llegaba repleta de estrellas. Estaba Robert de Niro como policía salvador de Uma Thuman, la chica de un gangster con el rostro de un Bill Murray que empezaba a colocar su (hoy célebre) cara de palo. El combate urbano final, cruce de Rocky V y La gran pelea, te dejaba con buen sabor de boca, pero pesaba la sensación de haberse perdido algo por el camino. Todo muy correcto, quizá demasiado. Sin olvidar los créditos del film: Richard Price bajo el guión y el señor Scorsese como productor.

La relación iba lo suficientemente bien como para que se produjera un tercer encuentro. Y aunque la idea de visualizar un film de Luke Perry con bigote no estaba en mis futuros planes, me sumergí en esa vida normal a la que aspiraban una pareja de ladrones. Lo mejor de todo aquello era la (casi) debutante Ashley Judd que animaba la fiesta con sus trastornos y continuos desequilibrios. Lo peor, la frialdad que englobaba el conjunto. Como si vieras a un McNaughton cansado de todo aquello. Como si la idea de seguir encuadrando a Luke Perry cada mañana se convirtiera en una verdadera tortura. No le culparemos por ello.

El cuarto encuentro llega en esa época tan confusa como fueron los finales de los 90’. Decenas de películas de 150 minutos que agotaban a los 60 y que te hacían preguntar donde se escondía ese productor que cortaba a diestro y siniestro. Los juegos salvajes que proponía nuestro anfitrión no contenían ese lastre de duración pero a cambio, y de regalo, nos regalaba unos giros de trama que replanteaban continuamente una historia de instituto con perversas alumnas y profesores violadores. De nuevo, Bill Murray nos daría la clave, en este caso, apurando hasta el último segundo de película. Divertido McNaughton al que le debo un segundo visionado para que me entusiasme definitivamente.

Veo el trailer de Hablando de Sexo, un McNaughton de 2001, pero no tengo el valor de fichar. Aunque no se descarta un repentino entusiasmo en momentos de desesperación El reencuentro se produce gracias a Mick Garris y su serie de tv Masters of Horror. Entre Argento, Carpenter o Cohen, aparece nuestro protagonista con el capítulo El cuento de Haeckel, basado en un texto de Clive Barker (Hellraiser). Esta historia sobre al amor más allá de la muerte y su correspondiente necrofilia me obliga a abrazar de nuevo al señor McNaughton: Un señor que, lejos del temible síndrome Welles, rodó su opera prima casi a los 40 años: ese terrible diario de asesino en serie por el que siempre será recordado. Y de regalo: Trailer de Henry, retrato de un asesino.

Foto: Jacobo Braun