A veces uno no necesita una gran película. Ni un gran director haciéndose el listillo. Ni un gran guión con frases rimbombantes. A veces, sólo a veces, uno es feliz con un Mastroianni oxigenado esquivando las balas de una Ursula Andress jugando a matar y a seducir. A veces, sólo a veces, sólo hace falta ver La Décima Víctima (1965) el día adecuado en el momento adecuado. Eso sí, lo mejor de esta inofensiva y deliciosa comedia de Elio Petri es el tema Spiral Waltz cantado por Mina.