Ilustración: El chico gris (Pere Koniec, 2003). |
El primero de la lista pasa a la sala de la muerte y tu das gracias a tus padres por un apellido que te sitúa hacia la mitad de la clase, y vuelves a pensarlo: ¿Que coño harán allí dentro?. Insisto en lo de antes: ¿Puedo quedarme en clase y no ir a la revisión?. Pero nadie te contesta porqué no llegas a hacer la pregunta. Sale la primera víctima y todos le miran con compasión, como si la revisión ya se hubiera terminado, como si solo hubiéramos venido a verle salir. Pero en pocos segundos la víctima se convierte en el ser más afortunado del planeta porqué la profesora le manda vestirse y esperar en la clase. Todos queremos ser esa persona. Nos queremos ir a clase. Preferimos escuchar al imbécil de matemáticas que entrar en esa sala. Y después entra la segunda víctima y luego la tercera y más tarde la cuarta, y cuando ya crees que ocurrirá algo que detenga tu entrada, algo inesperado que haga decir a la profesora "Lo dejamos, por hoy", cuando estas esperando cualquier cosa que te salve, ocurre lo que no quieres: No ocurre nada. Tu profesora dice tu nombre y te hace pasar dentro del matadero. Tu le dirías que no importa, que le das el turno a tu compañero, que puedes esperar, que no eres egoísta, que piensas en los demás, que no es necesaria la revisión, que te bañas siempre, que juegas al fútbol, que te lavas los dientes aunque sea mentira, que estas muy sano, joder, estas tremendamente sano, comes un bollycao cada día, ¡Eso es salud!. Le dirías tantas cosas que al final no dices nada y le insultas en silencio y la maldices y te cagas en sus muertos y en los gusanos que se comen a sus muertos. Y entonces entras, y ya esta todo perdido, pero...ahhhhhh. La profesora no ha cerrado la puerta detrás de ti. Ha ocurrido. Sea lo que sea ha ocurrido. Los dioses están de tu parte, tus plegarias has sido escuchadas y aprobadas. El destino te ha cogido cariño y te ha regalado una pincelada de color en tu existencia gris. Piensas todo eso, parado frente a la puerta abierta, mientras la profesora se dirige al grupo que está sentado en el banco. La niña con tetas esta aterrorizada y se tapa la entrepierna con las manos. La profesora lo entiende pero tu no. El médico que tenía que revisarte sale de la sala y se reúne con la profesora. Hablan entre ellos y comentan que a veces ocurre antes de la edad esperada. Tras decir eso, la profesora tapa a la niña con tetas y se la lleva fuera del matadero. Mi compañera ya ha tenido suficiente sangre por hoy. Su terror es tu salvación. Todos nos quedamos en silencio y las niñas vuelven a cuchichear entre ellas. El silencio se rompe con la palabra "Siguiente" y compruebas de nuevo que no le caes bien al destino.