La enorme expectativa de visionar Carnival of Souls (1962) me predispone inquieto desde el primer minuto. El accidente inicial del puente y un recorrido fantasmagórico tipo Twiligh Zone hacen que le tenga un tremendo cariño a esta cinta de bajo presupuesto. Y su particular génesis también influye: o cómo un realizador de videos educativos juntó a cuatro amigos y rodó una extraña cinta de terror que influiría (según dicen por ahí) a señores como Romero, Shyamalan o Lynch. Lo más inquietante: los dos instantes en que vida y muerte se fusionan vía cortinilla aguada, puro Rod Serling. Y otro detalle: el director Herk Harvey nunca volvió a dirigir un largometraje. Como ocurre en ocasiones, 25 años después de su estreno se convirtió en una película de culto. Y ahí sigue, inquietando al personal.