
Antes de la era digital, si querías que tu película tuviera
una vibrante persecución de coches tenías que llamar al cascadeur (destrozón)
Rémy Julienne (1930). Podía ser un deportivo o un simple turismo. No importaba. Julienne hacia bailar cualquier cosa que tuviera volante.
John Glen le
llamó en todos los Bond’s que dirigió. Tres con
Roger Moore: Sólo para sus ojos
(1981), Octopussy (1983) y
Panorama para matar (1985). Y dos con
Timothy
Dalton: Alta tensión (1987) y
Licencia para matar (1989). Además de decenas de
películas francesas que no he visto, también encontramos tres películas
españolas con secuencias de Julienne:
Los Últimos golpes de 'El Torete' (1980),
Historias del Kronen (1995) y
Antártida (1995). Vuelve a Bond con el primer
Pierce Brosnan en
GoldenEye (1995) y se ve envuelto en un accidente mortal en
Taxi 2 (2000) cuando atropella al cámara
Alain Dutartre. Mal rollo con el
productor
Luc Besson y al parecer 18 meses de cárcel más multa de 3.000 euros.
Dos instantes para recordar: las persecuciones entre el Condor-Car y los
Porsche de
Condorman (1981). Y sobretodo, la secuencia que hizo famoso a Rémy
Julienne: los tres increíbles Mini Cooper de
Un trabajo en Italia (1969).