No se trata de empezar sobrevalorar aquello que fue infravalorado. De acuerdo, George Lazenby resulta un Bond algo soso y no aparecen los característicos escenarios exóticos de la serie. El plan del villano es algo surrealista y tampoco hay una espectacular chica Bond para compensar. Pero Al servicio secreto de su majestad (1969) se conserva como una magnifica excepción que hay que recibir con amor. Un bicho raro rechazado por el público de la época. Un punto y aparte que no volvería a repetirse. Una anomalía creada por su director Peter Hunt (el experimentado editor de la anterior saga Bond). La primera escena ya es una declaración de principios: Una playa de madrugada. Una friega de coches. Una chica loca y su salvador. Me embruja el trabajo de Peter Hunt, un cineasta que dota todo el film con una innovadora puesta en escena, a base de largos planos secuencia contrastados con rápidos y misteriosos insertos. Y es que su pasado como montador revela a Peter Hunt como uno de los cineastas con más claridad audiovisual de la saga. Naturalmente hay persecuciones a pie, con coches y con esquí. Me embruja la conexión con la muchacha protagonista y la insólita relación de su padre con el servicio secreto. Me embruja el tema Bond a manos de Louis Armstrong. Pero sobretodo me embruja el valor de respetar el final de Ian Fleming. Un final desolador. El más desolador de la saga. El destino de un agente secreto con licencia para matar.