Viva el autobombo!. Me hace ilusión poder escribir cada mes la columna Irreversible en el Diari de Sant Boi y los derivados del Baix Llobregat. El primer artículo es este y, aunque no aparezca en el texto, está dedicado a Pepe y a Alicia. Aunque estén lejos siempre estarán cerca.
Empezó por una equivocación
El primer libro que leí era de la colección Barco de Vapor. Se llamaba Macaco y Antón y lo leí obligado por la maestra. Descubrí que para aprobar, los próximos años estaría condenado a leer más libros de esa colección. Así que durante 8 años no leí ni un solo libro y me limité a versionar el resumen de la contraportada. Todos lo hacíamos. Una vez conocidas las habituales preguntas del examen averiguábamos la trama y el desenlace. Aprobábamos todos, pero no leíamos. Llegó la adolescencia y la cosa fue peor. El instituto te pedía un trabajo sobre un libro y las copias de ex alumnos fluían por los pasillos. Aprobábamos todos, pero no leíamos. Como las mejores cosas, ocurrió por un error. Se llamaba Pulp y estaba firmado por Charles Bukowski. Tenía un vale gratuito en una librería y compré ese libro suponiéndole alguna relación con Tarantino. No tenía nada que ver pero leí todo el libro. Después llegó Cartero, la primera novela del escritor, y luego llegaron sus relatos cortos. El instituto nos regalaba aburrimiento y desmotivación. Por las tardes, la biblioteca me regalaba a Henry Miller y después a Raymond Carver y después a Paul Auster. Hubo un punto de inflexión en el instituto y una profesora nos pasó unos relatos. Eran fluidos y directos y contenían drama, sexo y violencia. Los leímos. Naturalmente la profesora tuvo problemas con la dirección y años después abandonó el centro. Se llamaba Alicia y fue la única que nos motivó a leer en clase.
Empezó por una equivocación
El primer libro que leí era de la colección Barco de Vapor. Se llamaba Macaco y Antón y lo leí obligado por la maestra. Descubrí que para aprobar, los próximos años estaría condenado a leer más libros de esa colección. Así que durante 8 años no leí ni un solo libro y me limité a versionar el resumen de la contraportada. Todos lo hacíamos. Una vez conocidas las habituales preguntas del examen averiguábamos la trama y el desenlace. Aprobábamos todos, pero no leíamos. Llegó la adolescencia y la cosa fue peor. El instituto te pedía un trabajo sobre un libro y las copias de ex alumnos fluían por los pasillos. Aprobábamos todos, pero no leíamos. Como las mejores cosas, ocurrió por un error. Se llamaba Pulp y estaba firmado por Charles Bukowski. Tenía un vale gratuito en una librería y compré ese libro suponiéndole alguna relación con Tarantino. No tenía nada que ver pero leí todo el libro. Después llegó Cartero, la primera novela del escritor, y luego llegaron sus relatos cortos. El instituto nos regalaba aburrimiento y desmotivación. Por las tardes, la biblioteca me regalaba a Henry Miller y después a Raymond Carver y después a Paul Auster. Hubo un punto de inflexión en el instituto y una profesora nos pasó unos relatos. Eran fluidos y directos y contenían drama, sexo y violencia. Los leímos. Naturalmente la profesora tuvo problemas con la dirección y años después abandonó el centro. Se llamaba Alicia y fue la única que nos motivó a leer en clase.