Hay películas en las que la principal complicación es su estructura narrativa. En los últimos tiempos podemos hablar del estilo fragmentado revitalizado por Tarantino o de todos los guiones de Guillermo Arriaga dirigidos por Alejandro González Iñarritu. En estos casos se trata de puzzles narrativos en los que esta estructura nos da la oportunidad de ir encajando las piezas de un juego. Si estamos en buenas manos, normalmente hay resultados muy buenos y uno termina de ver la película satisfecho de haberlo entendido todo. Hay otros casos como la obra de David Lynch, pero este cineasta es un género por si mismo y no hay explicaciones ni teorías que valgan para sus películas. Carretera perdida (Lost Highway,1997) se puede visionar un millón de veces pero es mejor no frustrarse intentando buscar explicaciones. Lynch es Lynch desde hace mucho tiempo, y su cine esta más cerca de las sensaciones que de la narrativa convencional. En los últimos años ha habido tres películas complicadas que han provocado que ahora este escribiendo esto.
La primera es Donnie Darko (Richard Kelly 2001). Aparentemente se trata de la historia de un adolescente raro que hace cosas raras. Hay filosofías sobre viajes en el tiempo y conejos que nos advierten del fin del mundo. Uno termina de ver la película y piensa, bien, ahora lo he entendido todo. O al menos queda esa sensación de piezas encajadas. Pero empiezan a surgir preguntas y llegas a la conclusión de que te faltan muchas respuestas. Lo piensas un instante y acabas en el wikipedia. Vale la pena leer los increíbles argumentos que revelan Donnie Darko.
La segunda película es Memento (Christopher Nolan 2000). En este caso la principal complicación es la estructura inversa en la que se articula. Esto provoca los famosos comentarios “empieza por el final” o “va hacia atrás”. No es la primera vez que se veía un film a la inversa y uno piensa en El riesgo de la traición (David Jones 1983), una buena película a reivindicar desde ya. Pero en Memento la cosa es mucho más complicada por la extraña enfermedad que sufre el protagonista y que le hace perder la memoria en pocos minutos. Esta enfermedad le obliga a sacar fotos y hacerse tatuajes para no olvidar los detalles que le conducirán al asesino de su mujer. Hacia el final del film (el inicio lineal de la historia) se nos revela un detalle sobre la muerte de la mujer y en teoría todas las piezas quedan encajadas. Pero sólo en teoría. Una vez más, hay que visitar la Wikipedia y leer la historia de Memento en orden cronológico.
Finalmente la tercera película que me ha provocado más dolor de cabeza hasta el momento ha sido Primer (2004). Podría intentar explicar el argumento y, para no destripar la historia, diría lo siguiente. Dos ingenieros trabajan en el garaje de su casa. Fabrican algo que hace algo que no esperaban. Y hacen una cosa que ha llenado páginas de ciencia ficción. Hasta ese punto, el film es absolutamente hipnótico y fascinante. Pero los protagonistas empiezan a jugar con su invento y la cosa se vuelve jodidamente complicada. En internet existe un esquema que intentan dar las explicaciones del laberinto final del film, pero es para volverse loco. En cualquier caso, vale la pena disfrutar de la primera mitad de un film original y contundente, aunque te sientas un pobre tonto delante del coco de Shane Carruth, el guionista y director de Primer.