En el segundo volumen de Kill Bill (2004), Tarantino olvida la luminosa Pussy Wagon y empieza a sacar vehículos interesantes. Daryl Hannah conduce un Pontiac Firebird Trans Am hermanado con el de Los Caraduras (1977) y la Novia ensangrentada conduce un Volkswagen Karmann Ghia antes de culminar su venganza. Pero le vamos a tener que estirar otra vez las orejas al amigo Quentin al desaprovechar el De Tomaso Mangusta que a priori debe conducir David Carradine. Aunque le vamos a perdonar el agravio al Mangusta por esa redención automovilística llamada Death Proof (2007), un asombroso artefacto fílmico que, en contra de todo pronóstico, enriquece a cada visionado.