Aquel mismo texto sobre Scalextric se podrá aplicar a las portadas de aquellos videojuegos a los que nunca jugaste, pero cuyas deslumbrantes cubiertas llenas de coches en movimiento te hacían detenerte en ese aparador. Y si en aquella juguetería llegabas a visualizar de un tirón los trazos de Lluís Bargalló, las preciosidades de Burago, y las miniaturas de Majorette, entonces ni siquiera hacía falta llegar a consumar el acto de posesión. La emoción era una suma de ilusión, anhelo y fascinación que llenaba tu corazón durante días, semanas, y en algunos casos, durante meses. Como si todas aquellas líneas corrieran por tus venas, como si ante una hipotética autopsia, el forense se topara con todos esos trazos dentro de ti. Creo recordar que en otros sectores a eso se le llama amor.
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