Los ingredientes serán un poco de Belmondo saltando de autobús en autobús, una pizca de obligado y melancólico Morricone y unas gotas de Rémy Julienne en las persecuciones. Agítese debidamente por el maestro Henri Verneuil y obtendremos un perfecto cóctel llamado…
El Furor de la codicia (Le Casse, 1971).