Empezábamos el año con un banner de Joan Ripollès y un link a St.Vincent, así que lo más lógico será terminarlo (casi) de forma inversa. Y tras presenciar el apoteósico concierto de Annie Clark me veo en la obligación de pedir la nulidad matrimonial que me unía a Laetitia Sadier. No puedo ni quiero renegar de mi pasado junto a la Sadier pero uno no puede huir de sí mismo porque, al igual que el barbudo de Mark Oliver Everett, existe algún tipo de incontrolable magnetismo que me dispara hacia las locas que guardan un picahielos bajo la almohada. La colgada-mega-erizada empezó la sesión con el magnífico Rattlesnake, rescató el delicioso Marrow, recuperó el supersónico Surgeon y terminó con esas maravillas que son Birth in reverse y Bring Me Your Loves. La locura llegó con un apocalíptico bis con simulacros de desmayo y paseíllos por el público en los que nuestra relación se afincó sensualmente, como mínimo un par de meses más. Y observando a la St.Vincent uno no puede evitar paralelismos físicos y emocionales con Son Gokuh. La intérprete empezó como cantautora popi que muchos comparaban con aquella otra chiflada islandesa pero a partir de su colaboración con David Byrne, su melena se eriza con personalidad y adopta una policromía que va del rubio al gris hasta el actual lila suicida, que sería el equivalente Super Saiyajin del protagonista de Dragon Ball. Como siempre, las cosas buenas se conectan. Cerramos todo esto con un estupendo texto del amigo Ripollès sobre José Luis Garci, acompañado de un poco de esperanza, que es lo mismo que nos deseaba Annie Clark en una de sus pausas y lo mismo que escribía Trunks en su máquina del tiempo.