Angie Dickinson conoce la historia y me la contó antes de que la puerta del ascensor se cerrara. Hubo una fiesta, una borrachera y una apuesta. El ganador dirigiría la primera mitad, el perdedor terminaría la segunda parte y firmaría el resultado. La ganó Ron Howard y dirigió algo similar a El diario de Bridget Jones, la perdió Brian De Palma y facturó un pastiche difícil de defender. Aunque si hay que hacerlo dividiré mis prejuicios con split screen y buscaré algunos buenos instantes para frenar a los detractores mal educados, quizá un poco como el nieto que sólo encuentra virtudes en su abuelo cascarrabias. Mirar Passion (2012) con los dedos cruzados hace que vaya directamente a revisar En nombre de Caín (1992) y recordar una reseña que la calificaba como una de las peores cintas de la historia. Pero tú la recuperas un domingo por la tarde y te los pasas bomba con los trucos de De Palma y las muecas de un multiplicado Lithgow. Quizá, y solo quizá, algunas pasiones necesitan el paso del tiempo y la distancia correcta para asimilar su situación en el mapa. Aunque también es probable que aquel célebre tagline De-mente, De-pravado, De-generado pueda completarse con De-cadencia. Paso palabra, fundo a negro y mantengo el silencio.