Y qué maravilla poder disfrutar de una exploitation de James Bond situada en Estambul. Y me emociona la idea de un joven
Klaus Kinski como villano. Pero sólo aparece en dos escenas. Y el protagonista es un vacilón que se dirige a cámara en tres ocasiones. Y no en vano era el rebelde de
Los Siete magníficos. Y atención a la escena de los baños turcos con la frase:
Señoras, protéjanse, la sala está llena de hombres, yo soy uno de ellos!. Y la trama es lo menos y
Sylvia Koscina lo de más. Y me emociona que la mejor escena, la persecución entre un Jaguar y un Cadillac, esté rodada en las Costas del Garraf, compartiendo asfalto con el final de
Perros callejeros (1977). Esa simpática conexión, a pocos grados de separación, completa la trilogía de oro que
Antonio Isasi rodó
en los buenos tiempos. Y no hay nada más coherente que terminar por el principio.
Estambul 65 (Antonio Isasi, 1965).