Y como decía aquel, Michael Fassbender puede jugar al golf sin palo, pero también llora muy bien y seduce mejor. Carey Mulligan también muy bien irritando (calentando) al hermano y mucho mejor cantando en el restaurante. Y muy curioso como el cine sigue tratando el tema de los adictos al sexo. Porque al igual que otras cintas sobre el tema, como Entre las piernas (1999), que poca adicción y que poca constancia en la cosa. Me faltan polvos, me faltan pajas, me falta una enfermiza repetición para que aquello se pueda tildar de adicción. Y si lo pienso un segundo conozco a más de dos que consumen más pornaco y son más puteros que el amigo Fassbender. Aunque ya puestos a tirar las revistas guarras, nada mejor que el clásico abandono de la bolsa en la montaña. Mucho explorador lo agradecerá. Pero muy bien muchas otras cosas, como todo el tramo entre jefe y hermana con posterior footing liberador, y muy especialmente, la segunda cita con la secretaria en el ático. Aunque lo más frustrante sea una parte final que puede anular todo lo conseguido. Y enseguida me vuelve Patrick Chéreau a la cabeza y aquella magnifica cinta. Y ahí van dos sentencias. A Shame (2011) le falta incesto y le sobra moraleja. A Shame le gustaría parecerse a Intimidad (2001), magnífica obra sobre la soledad y el sexo. Pero para que todo esto no acabe pareciéndose a una crítica formal nada mejor que aquella pegadiza canción de Shirley and Company. Menos mal.