Ocurre que yo a Giorgio Moroder le conocía desde niño pero sin tener ni idea de que era músico. El álbum era Monstruos del Asfalto, los cromos ya eran adhesivos y todos los coches eran deslumbrantes. Había uno blanco especialmente acojonante. Su nombre compuesto sonaba a robótico. Se llamaba Cizeta Moroder y estuvo siempre en las conversaciones con mi hermano. Luego mirabas American Gigoló (1980), Flashdance (1983) o Scarface (1983) y te fijabas en el apellido del compositor musical pero no terminabas de encajar las piezas. Ocurre que a veces conoces las cosas antes de conocerlas. Como si siempre hubieran estado allí. Sólo hacia falta fijarse un poco.