Lo único que me disgusta de la última cinta de Jean-Pierre Melville es su título, Un Flic (Un Policía, 1972), que en nuestras tierras se llamó Crónica Negra, que todavía es peor y que podría ser cualquier otra cosa. Todo lo demás, incluido sus defectos, me enamoran los sentidos, que es un verbo asociado a los humanos pero que yo siempre asociaré con las obras de arte. Y si vamos a ser obvios buscándole un título mejor llamémosla Atraco en la niebla, que describe literalmente la magnifica primera escena de todo esto. Luego viene Alain Delon como el flic que persigue a los atracadores, liderados por Richard Crenna, y una Catherine Deneuve que aparece más en el póster que en todo el metraje. Y a pesar del desinterés que me puede producir la relación de personajes, me tatuaré en el brazo izquierdo la escena del robo en el tren, porque el brazo derecho ya viene ocupada por Circulo Rojo (1970). Aceptando que los planos generales en los que aparecen dicho tren y un helicóptero están rodados con maquetas que se notan que son maquetas, mi amigo Melville rueda su último golpe con la maestría a las que nos tiene acostumbrados y centra el foco de atención en los detalles: Un ladrón salta de un helicóptero a un tren en marcha, se encierra en el lavabo, se cambia de ropa, esconde la vieja en un armario, saca unos zapatos que llevaba ocultos y avanza hacia el compartimento en el que hay las maletas a sustraer. La puerta está cerrada con llave y con cerrojo pero eso no son impedimentos para nuestro voleur que, con la ayuda de unas mediciones y un potente imán, consigue fácilmente su objetivo volviendo sobre sus pasos con una elegante parsimonia hasta regresar al helicóptero que lo ha estado rondando en todo momento. Uno no puede evitar levantarse y aplaudir ante esta maravillosa escena y no lo podré evitar, y como todavía no sé hacer dos cosas a la vez, dejo de escr