Séverine me explica que los deseos concretos, los que llevan sujeto, verbo y predicado no es que no se cumplan, es que llegan tarde. Concretamente entre unos diez y quince años de retraso. Son muchos los deseos expuestos por todo el planeta y la lista de espera es larga. Séverine también me explica que aquel deseo lanzado, un poco como la botella de un naufrago, recorre un infinito camino astral con sus respectivos atascos y semáforos astrales y se presenta, o da señales de poderse presentar, un martes por la tarde a la hora de merendar. Seguramente cuando ya ni recordabas aquel deseo, seguramente cuando ya no es deseado ni necesitado. Escucharé esta historia de Séverine y sonreiré recordando aquellos deseos de infancia que se presentaron en la adolescencia y de cómo fueron apartados por los nuevos deseos que se presentaron muchos años después. Y así siempre.