La doble sesión que se pegan Simon Pegg y Nick Frost en Arma Fatal (2007) me recuerda, no tanto los dobles pases caseros o las maratones de festival, sino los extraños dobletes vistos en pantalla grande. No viví los tiempos de peli telonera y super estreno que disfrutaron mis predecesores, pero mi yo adolescente vivió una asombrosa e irrepetible experiencia. Visionar la primera sesión de La Máscara (1994), tragarse incomprensiblemente los créditos finales, esperar quince minutos y volver a visionarla otra vez. Porque sí, porque era posible, porque en aquella época costaba los mismo verla una, dos o tres veces. La sala del mítico Maldà de Barcelona también regalaba grandes y turbadores pases. Doble chute, y nunca mejor dicho, con la suma de Carretera perdida (1997) y Réquiem por un sueño (2000). Resultado: espuma por la boca. O en otra ocasión: Los Idiotas (1998) + Rompiendo las olas (1996). Resultado: rabia y pena contenida. Algunos años después, y con algún que otro descuento, una noche nos enchufamos Old Boy (2003) + Largo domingo de noviazgo (2004). O como mirar las imágenes de Jeunet mientras sigues recordando la cinta de Park Chan-Wook. Quizá podría resumir aquella tarde colectiva en uno de los últimos cines porno de la ciudad. Pero quizá no es el momento adecuado, así que nos quedamos con aquella doble sesión bizarra y pedante. Aquella noche con Ong-Bak (2003) + Nine songs (2004): dos cintas en las que aparece un tailandés. Búsquenlos. Mención final y obligada a Phenomema, el actual ciclo de cine nostálgico programado por Nacho Cerdà que habita por Madrid y Barcelona. Ahora es posible simular aquellos dobletes y cenar en un patio de butacas. Nada mal.